Esta es una recopilación de algunas "malacrianzas" que he escrito y de algunas que escribiré durante los días y las noches que siguen. Perdonen las faltas de gramática, pero a los publicistas no nos enseñan esas cosas en la universidad. Ya me ocuparé yo de tomar los cursos respectivos. Espero que disfruten estas ocurrencias tanto como yo.

foto por James Christopher

miércoles, 3 de marzo de 2010

Romance para el transporte público.

Hace rato quería dedicarle unos versos románticos al transporte público de Bogotá, pero no había encontrado el momento perfecto para sacar de mi todos esos sentimientos que afloraron (y terminaron cavando úlceras) en mi existencia, desde que la vida y la ubicación geográfica de mi casa me obligaron a viajar diariamente en buses ejecutivos, busetas y colectivos.

Pero ya que el paro de transportadores nos tiene hace tres días regresando a pie a casa y pensando más de lo necesario en los buses, aprovecho para tirar mi propia piedra en esta manifestación (si en vez de una piedra, pudiera lanzar una Molotov, estaría muy, pero muy satisfecha).

Cuando apenas era una universitaria no tenía mayor problema con los buses. De hecho mi prematuro, e iluso intento por encontrar belleza en la horripilancia me hacía pensar que esas mulas oxidadas tenían un pequeño encanto. Creo que intentaba pensar como esa manada de artistas idiotas que de un tiempo para acá decidieron que las busetas, las estampitas del divino niño y la virgen del carmen tenían que pasar de las calientes esquinas de la ciudad a las heladas paredes de los museos...claro la pobre cultura popular obligada a vestirse de gala. Cosa más horrible.
En fin, en mis primeros semestres, mi adolescente tendencia a lo "hippie" me llevó durante mucho tiempo a aceptar con un dejo de entusiasmo esos viajes en bus que duraban una hora de ida y otra de vuelta hasta mi casa. Claro, si en esa época llevaba mochila indígena y usaba esos pantalones que se ponen los cuenteros (que el infierno haga de las suyas con ellos); lo más acorde con mi woodstockiana vida era tolerar el viaje en bus como mi momento más pueblerino del día, como mi roce con la mugrienta realidad y con el infortunio de quienes no tienen para comprarse ni un Renault 4.
A los 18 años era muy fácil pensar que viajar en bus redimiría todos los pecados elitistas que cometí durante 13 años metida en un elegante colegio para niñas. Claro, si eres una hija de papi, requete - consentida y malcriada, pero montas en bus ejecutivo todos los días, estás perdonada. Como dicen los fieles, "El que peca y reza empata"... por todos los cielos, qué sandeces andaba pensando.

Pobre de mi. Y es que después de haber pasado toda mi infancia respirando agua de rosas en la burbuja de la alta sociedad, fue algo fuerte lo que sentí el primer día que me monté a un bus y una lata oxidada y fuera de su lugar me rasgó medio brazo en el primer frenón (afortunadamente me había vacunado contra el tétano). Bajo mi -todavía positivo- pensamiento, esto era mucho más emocionante que ver a las culicagadas de pre - escolar pegando los mocos debajo de la silla en la ruta del colegio.
Así pasé toda mi vida universitaria, viajando en destartalados buses en los que el exosto exhalaba hacia adentro. Hipnotizada (y muy mareada) por el perfume de mis vecinas de asiento, iba y venía sumida en cualquiera que fuese el cd en mi Discman®, tarareando eternamente con mis dedos a Mongo Santamaría, a Ray Barreto y al necio del Willie Colón.

Sin embargo, con los años mis maneras hippies se fueron extinguiendo casi hasta desaparecer, y ahora que no voy a la universidad sino a la oficina, me he dado cuenta de cuán martirizantes eran en realidad (y siguen siendo) mis travesías en bus por las caudalosas (sobretodo cuando llueve) avenidas bogotanas.
A mis 25 años la vida se ha encargado de darme las puñeteras necesarias como para disminuir significativamente mi grado de tolerancia hacia esas cosas que atentan contra mi tranquilidad (carajo, a esta edad ya uno no se preocupa por encontrar la felicidad, sino por conservar la pocos milímetros que quedan de tranquilidad, qué chochera).
El caso es que el transporte urbano no sólo atenta contra mi paz interior, sino que atenta contra mi vida entera y ahora no puedo hacer más que odiarlo, no un poquito, sino con todas mis fuerzas.

Para empezar está la cuestión del clima. Así llueva, truene, relampaguee o haga un solazo de pacotilla, el clima adentro de una buseta siempre está más caliente que afuera... bueno, en verdad es una temperatura tibia, lo que significa: fría pero recalentada a la fuerza por el aliento de tantos cuerpos juntos. Cuando esta tibieza se riega por entre las bancas y empaña los vidrios, lo apenas lógico es que se abrieran las ventanas para renovar el aire, pero NO, parece que los bogotanos disfrutaran como zarigueyas recién nacidas, de ese aire de mamífero reposado. Nadie abre las ventanas y el bus siempre huele a gente recién salida de la cama. (cuando hay bebés a bordo huele a sábana con vomitico).

Por otro lado están los conductores, si es que se les puede llamar así.
Siendo todos pilotos de Ralley en potencia, han desarrollado una habilidad especial con el timón y es, girarlo como si fuera timón de velero. Es como ir esquivando un maremoto, lo cual hace que mantenerse en pie (porque la mayoría de las veces se viaja de pie) sea una difícil tarea, algo así como tratar de surfear en inmensas olas. Lo malo es que en el bus no hay olas sino mucha gente, lo que significa que los brazos, piernas y cabelleras se conviertan en tentativos sitios de agarre para evitar una posible caída (me he ganado varios insultos por usar a otros pasajeros como agarradera).
Los conductores de bus en bogotá deberían juntarse para audicionar al Cirque Du Soleil, al fin y al cabo la maroma de manejar un colectivo, recibir el dinero de los pasajeros y sintonizar la emisora de vallenatos al tiempo es, además de una riesgosa payasada, un acto digno de ser presentado en cualquier circo. Si esto falla podrían aprovechar su gran talento en la riña callejera (del cual les gusta alardear en frente de sus pasajeros), y audicionar en la modalidad "libre" de la World Wrestling Federation, esa en la que se permite integrar a la lucha libre elementos como crucetas, gatos o el kit de carreteras entero.

De los vendedores ambulantes que trabajan en los buses no diré mucho por respeto a la humanidad. Ya que todos cuentan la misma historia: la de la esposa enferma, la de la familia desplazada, la de la madre adolescente; y como cada cuento me parece más bullshit que el otro, he optado por darle monedas sólo a aquellos que logren cambiarme la expresión a "sad mode" con un despliegue actoral de padre y señor nuestro.

No soy una persona justa, lo sé.

Pero es que simplemente detesto andar en bus, porque los ayudantes de los conductores me morbosean a diario, porque en cada tubo del que me agarro pueden estar sembradas todas las cepas del virus porcino, del herpes y quien sabe qué otras cosas, porque los niños siempre babean las sillas, porque los choferes me llevan como quien arrea vacas al establo, porque me toca rozar mis tiernitas carnes contra los opulentos miembros de otros hombres y mujeres, porque me han visto la cara de idiota robándome ipods y celulares en mis narices, porque una vez me encontré olvidado debajo de mi asiento, un frasco de vidrio donde yacía enrollada una culebra en formol.

Por mi que se acabe el paro, porque esta ciudad está a punto de servir de escenario para cualquier película apocalíptica, pero en lo que respecta a los buses, que no vuelvan a salir nunca más, que los chatarrizen a todos, que hagan un nuevo centro comcercial en el sur con todas esas latas oxidadas y que pongan a los conductores en el valet parking.

(repito, no soy una persona justa...lo sé).









16 comentarios:

  1. Cierto es que con los años las percepciones cambian y eso que yo empecé a utilizar el transporte público desde mucho antes. Yo por mi parte encuentro aburridor ese transporte del pasaje ajeno que se traduce en monedas y biilletes viejos ya arrugados, tan manoceados como el tubo. Por no hablar de los inexistentes paraderos y de la sordera inherente al conductor. Confieso que algunas veces, y por la distancia, he caído en la estupìdez de encontrarlo como algo exótico, como si se tratara de un parque temático.Lo que está claro es que me uno a tu lamento- yo tampoco soy una persona justa al respecto. Tambiñen lo sé.

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  2. jaja muchas gracias nose!!! me encanta saber que no soy la única injusta en esta ciudad. saludos y gracias por leer!

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  3. Desde la distancia ese tipo de experiencias se llenan de un halo romántico, pero al leerlo he recordado ese odio que se va gestando viaje tras viaje. Me solidarizo con tu causa. Y aunque no nos vemos desde hace ya tiempo bueno, me gusta leer estas cosas, hacen que parezca que el tiempo no ha pasado, un beso
    Ale Calderón

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  4. Hermosa ale, muchas gracias por leer y por tu lindo comentario! es verdad que no nos vemos hace mucho, si la vida lo quiere en julio estaré por españa, así que si estas en el vecindario podríamos tomarnos un tintico de verano juntas jajaj. un abrazo grande.

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  5. esde la distancia lo unico que puedo comentarte de tu muy bien escrito artículo sobre el transporte es que si por allá llueve por Buenos Aires no escampa: hay que ser muy macho para meterse en bus,tren o subterraneo en las horas pico.Y las ventanas estan hechas para mirar para afuera,no para refrescar el ambiente,sea cual fuere la temperatura exterior....en fin,que lograr que el transporte público sea agradable no está entre los planes de gobierno de ningún país!

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  6. tienes toda la razón Ana María, cuando viví en Baires tuve que sufrir las inclemencias del subte en las horas pico de la tarde, cuando solo a punta de empujones lograba hacerme a un lugar en los vagones de la línea D.
    muchas gracias por leer! un abrazo desde Bogotá.

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  7. Me encantó el artículo Lina, por cierto muy oportuno el tema. Dices tantas verdades que dan risa y que dan pena, de como es de inculto nuestro pueblo, cuantos años luz nos llevan los europeos, donde es un lujo subirse a un bus, por lo menos en Londres, en Suiza y en los países escandinavos donde los he disfrutado mucho.

    Sigue escribiendo asi de divertido que nos ayudas a poner la mente fuera de la rutina y nos sacas la risa que es el remedio infalible!!
    Tu tía fan fan

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  8. Bogota dijiste? Eso suena igualitito a Lima! Parece que todas nuestras ciudades sudamericanas son lo mismo! Y que fue del Transmilenio mavillosisimo que están copiándose por estos lares! Pensé que funcionaba bien!

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  9. Mamaty, gracias por ser la fan #1 de este blog jejj te quiero mucho.

    CHIO, desafortunadamente sólo conozco Lima por una parada que hice en el aeropuerto cuando iba para san pablo y por lo que cuenta Vargas LLosa en su libro "las travesuras de la niña mala" sin embargo. Con lo poquito que alcancé a percibir, siento que tienes mucha razón, todas nuestras ciudades latinoamericanas están vestidas con el mismo trajesito sucio. El transmilenio funciona muy bien, te lleva rapidisimo a donde quieras llegar, lo que pasa es que sus creadores no contemplaron la magnitud del fenómeno y subestimaron un poco la demanda del servicio. Esto quiere decir que anda, pero anda repleto, eternamente repleto de gente.

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  10. Por supuesto tienes razón en muchas cosas, la raiz del problema es que como todo negocio para que alguien gane otro tiene que perder. El transporte es un oligopolio y con el Sistema integrado lo van a convertir en un Monopolio, tal vez más ordenado y limpio pero mucho más costoso.
    Muy interesante que durante el día hagas que las cosas parezcan mejor de lo que son y durante la noche las muestres peor; ¿hay algún nombre para eso, publicista con conciencia?
    Sigue con las pataletas, a todos los que somos mimados no nos dan suficiente crédito por mostrar las cosas como son.

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  11. P.D, muchas gracias por tu comentario y muchas gracias por leer. BUeno, para mi es un buen punto de equilibrio, a veces no es tan divertido escribir campañas, mails, textos para páginas web y contenidos comerciales; así que tengo este espacio para divertirme escribiendo lo que a mí me gusta, un espacio en el que ningún cliente pueda editar mis contenidos o limitar mis palabras.
    que viva la pataleta! jejej

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  12. Yo prometi no volver a montar en transporte publico después de haberlo usado y sudado en Bogota por mas de 16 años. Hoy en dia, a causa de mi todavia marcado odio, soy de los poco locos que se aguanta el trancón de dos horas entrando a Manhattan en carro. En transporte publico me tomaria solo 15 minutos, pero mi karma me acompañará hasta el final del mundo.

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  13. Jjajajaj Alexander muchas gracias por compartir tu experiencia! debió ser demasiado traumática tu historia con el transporte público como para no querer usar el de NYC que, por lo que vi, está mucho mejor dotado que el de Colombia.
    Bueno, tal vez del trancón salgan cosas buenas, lindos playlists, reflexiones profundas sobre la vida, un valioso momento de soledad... jajja tú dirás. muchas gracias por comentar. saludos!

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  14. dia super lluvioso y frio entre semana en hora no pico, viaje por la septima en bus "ejecutivo" limpio, con algun conductor colocando la W cuando no habla el cabeza de rodilla ese, la niña o dama oinda que se sienta en el puesto de adelante y lo atrapa a uno con su nuevo perfume. El bolido acelerando sin afan, como si quisiera gozarse cada minuto del aguacero y cada kilometro de calzada. La dicha existe y algunas veces tuve la fortuna de disfrutar momentos asi en Bogota. No son la regla. Hoy dia lo evitaria si volviera alla. Pero me senti un rey en limousine en esos momentos.

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  15. Me gustó.

    Saludos,
    http://triego.wordpress.com/

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