Esta es una recopilación de algunas "malacrianzas" que he escrito y de algunas que escribiré durante los días y las noches que siguen. Perdonen las faltas de gramática, pero a los publicistas no nos enseñan esas cosas en la universidad. Ya me ocuparé yo de tomar los cursos respectivos. Espero que disfruten estas ocurrencias tanto como yo.

foto por James Christopher

miércoles, 10 de febrero de 2010

El mundo cabe entre mi cartera.


Novio (de mal genio) dice: "¡Tú por qué no contestas el celular!"
Novia (resignada) responde: "Es que no lo encontré en la cartera"

A esto, el novio/marido/juguete de turno, siempre responde con una marejada de acusaciones en contra de la cartera. Según ellos, ese gran bolso es el culpable del hoyo negro en la comunicación conyugal y además es el responsable directo de las demoras en cualquier diligencia que ivolucre una billetera, unas gafas, un pañuelo, o en el peor de los casos un condón (para esos oficios es mejor tener siempre los útiles a la mano).

Los hombres parecen experimentar una clase de karma cada vez que deben esperar a que su mujer encuentre algo en su enorme cartera. Es una verdadera prueba de paciencia en la batalla sexual que libran la practicidad (de los hombres) y el lujo del detalle (de las mujeres).

Es injusto que un hombre que creció soñando con el Gato Félix y su mágica cartera amarilla, ahora se dedique a torcer los ojos cada vez que a su mujer se le refunden las llaves entre el bolso. Pero bueno, creo que ya todas estamos acostumbradas a soportar ese hálito de toro embanderillado que los tipos exhalan cuando hacemos mariposear nuestras angustiadas manos para buscar algo adentro de la cartera.

Haciendo gala de nuestra naturaleza, las mujeres que usamos carteras grandes vamos por la tierra como una nueva generación de Mary Poppins, irrigando con nuestra feminidad hasta las canaletas más podridas de este mundo y cargando bajo el brazo una afirmación, un

"sí, soy complicada ¡y qué!"


Pero veamos de una vez por todas, qué carajos es lo que hay adentro de las carteras.
Sí, démosle un batazo a la caja de pandora y dejemos que vayan apareciendo en su máximo esplendor, todos y cada uno de esos secretos que las mujeres guardamos en nuestras madrigueras portátiles.

Sépase que:

Una gran cartera es una versión reducida en espacio de una miscelánea de barrio. Allí se pueden encontrar desde versiones muy "chick" de botiquines, hasta toda clase de corotos en sus versiones "mini": mini cepillo de dientes, mini crema de manos, mini tarro de Listerine, mini dosis de Calvin Klein, mini dosis de Jack Daniels, mini hash pipes, mini vibradores, etc. Todo esto está guardado en pequeñas constelaciones de carteritas de todos los tamaños, colores y texturas, que flotan en un universo paralelo llamado el "Por si acaso", que funciona así:

"Por si acaso" se me acaba el chap stick, guardo un pote de crema de caléndula y otra barra de labial medicado para labios con extrema resequedad, por si acaso el frio comienza a hacer de las suyas en algún momento del día. Pero por si acaso me sale al paso un evento nocturno no identificado, cargo labiales suficientes para pintorretearle los labios a todas mis versiones: rojo cereza para mi Yo puta, rosa pálido para mi Yo morronga y por supuesto, carmín oscuro para mi Yo vampira, que de vez en cuando chilla para poder salir. Por si acaso me llega la regla antes de tiempo, guardo en otra carterita un número razonable de tampones (por razonable entiéndase: los suficientes para surtir a mis amigas cuando estén en problemas), llevo unos gruesos para los primeros días, otros más delgados para la última etapa y toallitas de todos los tamaños, porque hay que tener en cuenta todas formas de calzón, el de abuelita, la tanga brasilera, el boxer y el bombacho. Además, para agrupar en una sola carterita lo que concierne al área vaginal, llevo las pastillas anticonceptivas, por si acaso estoy fuera de casa a la hora de la toma. Y por si acaso estoy de suerte, guardo ahí uno o dos condones (si guardo tres ya van a pensar que tengo problemas para cerrar las paticas), en caso de soltería tienden a ser usados, pero si la cuestión es de vida en pareja, se convierten más en babosos recuerdos de viejas correrías. Por si acaso me da cólico, o dolor de cabeza, guardo pastillas en otra carterita, también cargo las pepas para las alergias, por si acaso me topo con algún agente que haga reaccionar exageradamente mis defensas, y por si acaso me da el ataque de asma meto las goticas del homeópata, el inhalador y además un tarro de lárgimas naturales. Por si acaso me quedo sin compañía al almuerzo, cargo en la cartera el libro que estoy leyendo, pero por si acaso se me acaba antes de que me sirvan la sopa, cargo la revista de moda que me robé de la peluquería. Para leer cargo mis gafas para el astigmatismo, pero por si sale el sol cargo las gafas oscuras, pero por si acaso mi atuendo no coordina con el color negro de las gafas, cargo unas de carey, que van con cualquier color.
Por si acaso cargo las llaves de mi casa, junto a las del carro, las de el baño de la oficina y las del locker del gimnasio, con un ruidoso llavero repleto de colgandejos para encontrarlas fácilmente. Por si acaso cargo mi billetera, pero también un monedero para meter las monedas para el bus, también cargo un cuaderno para anotaciones serias y una liberta más pequeña y florida para anotaciones que requieran rapidez, como direcciones o teléfonos. En cuanto a los lápices, cargo un bolígrafo elegante, por si acaso tengo reunión en la oficina y otro más barato cuya pérdida nunca será una pena. Celular, ipod, GPS, Pepper Spray y todos los demás mini electrodomésticos también tienen sus propias órbitas en esta galaxia.

Ahora ya lo saben... y esto es sólo una pequeña parte.

"Por si acaso" algún día no me vuelven a ver, no se preocupen por mí, seguramente me perdí a mi misma mientras buscaba algo entre mi cartera.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Sala de maternidad

Fotografía de Jan Saudek


Si algún día me animo a traer un niño al mundo, ¿alguien me podría garantizar que no va a hablar con el acento genérico de Discovery Kids, o si es niña, alguien me podría asegurar que no va a querer jugar a imitar a aquellas prostitutas en miniatura llamadas Bratz?

Si alguien me garantizara que mis retoños van a tener por lo menos una posibilidad de ser medianamente cuerdos, sencillos y sobre todo NIÑOS, alguna vez en sus vidas; sacaría sin pensarlo la escoba y barrería de mi cabeza todas las dudas que, con respecto al tema de la maternidad, me atacan últimamente.

Desafortunadamente a los 25, algún botón de esos raros que tiene el cuerpo empieza a prender las alertas. Es como si me dijera "hey, sabes que ese arrumaco de órganos que tienes ahí abajo son algo más que una maquinita de placer" y lo comparto, un aparato tan perfecto de seguro me fue dado junto a alguna de esas misiones a las que me apunté cuando me mandaron a respirar en este mundo.

Pero ultimamente esa conocida misión de ser mamá me causa total desconcierto.

Debo aclarar que soy amante de los bebés, no me importan los mocos, ni el vomitico lechoso, ni el popito aguado. Apenas tengo cerca a una salchichita de esas, hago de todo para tenerla en mis brazos.
Alguna vez, cuando estuve perdida en los laberínticos bosques de la depresión, opté por enrolarme como voluntaria en una fundación de niños huérfanos. Mi tarea diaria era ir a consentir bebés entre los 6 y los 12 meses, cosa que me hizo inmensamente felíz y me ayudó mucho a aliviar esas náuseas que producen los caminos cuando parecen no tener salida.

Así que siempre he sido fan de los muñequitos, pero ahora que empiezo a pensar más objetivamente en este tema, debo confesar que mi futura maternidad podría estar parada en la cuerda floja.
Cada vez que me reúno con mis primas pequeñas y las oigo hablar con ese acento genérico de Discovery Kids digo, "Dios guarde a mis hijos de sucumbir al acento castellano de Lazy Town" y es que es tan feo que mis primas no puedan decir simplemente "Lina, ven a jugar con nosotras" y en cambio salgan con un "Ven amiga Lina, vamos todas juntas a hacer travesuras".

Me niego.

Me da miedo.

Sí, tengo miedo de traer niños a ESTE mundo. Tengo miedo de que nunca vayan a ser niños, porque después de ver en la tele a los Jonas Brothers o a Miley Cyrus sólo van a querer ser perfectas estrellas del Pop. Tengo miedo, porque si trato de enseñarles a disfrutar un libro, a practicar algún deporte en vez de jugarlo en el Wii, o si no les quiero comprar un Blackberry a los 10 años, siempre van a ser los loosers de la clase, los retardados, los desinformados, los bobitos. Tengo miedo de que sólo quieran alimentarse de Mc Donalds, de que los diagnostiquen desde los 5 meses con déficit de atención, de que me los manden al psicólogo desde los 6 años. Tengo miedo de que sufran de stress desde los 8 y de que a los 9 ya sepan encontrar porno en internet. No quiero que pasen más horas con la empleada del servicio que conmigo.

Ya sé que puedo moldear sus cabecitas para que sean todo eso que yo catalogo como "bueno", pero tengo miedo de no poderlos proteger contra este mundo, que con todo su ímpetu convierte ese "bueno" en "bobo".
Yo quiero niños sucios, mocosos, reales, necios y por sobre todas las cosas INOCENTES, pero me desanima saber que esa palabra ya no existe ni en las sopas de letras y ha sido extraída de todas las dietas infantiles.

...Bueno...Apenas tengo 25, así que dada la pesadez del tema (y para no asustar a nadie), dejaré esta encrucijada inconclusa, pondré la cuestión en manos de algún tribunal divino y me dedicaré a disfrutar plenamente de estos años de salarios libres de rentas y facturas, de responsabilidades superficiales y de relaciones sin pañales.

Creo que por ahora seguiré tomándome juiciosa la pastillita.